Una cultura vulnerable que vive en una sección severamente degradada del Amazonas Colombiano, necesita respeto y apoyo internacional.

Por Daniel Henryk Rasolt

Esta historia fue publicada originalmente en ingles por The Revelator.


Para visitar la gente indígena Koreguaje de América del Sur, y ver la destrucción que se ha causado en su pueblo, se debe llegar desde la ciudad de Florencia, en el suroeste de Colombia.

Al llegar por vía aérea a Florencia, que es la capital del departamento de Caquetá, se tiene una vista panorámica de la conversión, casi total, de la región de la selva amazónica a pastoreo de ganado. Solo quedan unas pocas áreas de bosque, rodeadas por la expansión urbana y la agricultura. 

Los profundos efectos de esta deforestación masiva se hacen aún más evidentes cuando se viaja por tierra y río a Caquetá.

A lo largo del río Orteguaza, desde Puerto Arango hasta el río Caquetá, viaje de aproximadamente 90 kilómetros, los pastizales y las vacas dominan lo que alguna vez fue un bosque. La degradación de la tierra, las vías fluviales y las riberas de los ríos es evidente en todas partes, y la falta de conciencia de este daño puede ser desmoralizante.

Caquetá es un microcosmo de los problemas sociales y ambientales más acuciantes de Colombia. La tierra es poder en Colombia, y la sed por la tierra en Caquetá ha sido el principal impulsor del conflicto y deforestación durante décadas.

Las semillas de la conversión masiva de tierras y el conflicto en el departamento (el equivalente Colombiano de un estado) se plantaron con proyectos de desarrollo abandonados que incentivaron la migración a la frontera amazónica en la década de 1960. Desde entonces, el paisaje ha sido completamente transformado por pastos y plantaciones de coca. La coca, el ingrediente base de la cocaína, es una planta medicinal sagrada para muchas tribus de América del Sur, incluido el Koreguaje, que lo llaman “hipie”.

Tierra deforestada, despejada para el pastoreo de ganado a lo largo del río Orteguaza. Caqueta, Colombia. Foto de DH Rasolt.

Y las cosas solo van a empeorar. Las recientes concesiones que otorgan derechos de desarrollo adicionales a las compañías petroleras ahora amenazan con degradar aún más la tierra, el agua y las comunidades locales. Mientras tanto, la minería ilegal de oro se ha generalizado en todo el Amazonas, con algunas de las peores destrucciones concentradas en el Amazonas Colombiano a lo largo de la cuenca del río Caquetá. 

Gran parte de esta destrucción comienza a pequeña escala antes de dispararse sin control.

“Las leyes para la titulación de la tierra y los terratenientes ricos alientan a los pequeños agricultores pobres a limpiar la tierra para eventualmente consolidarse en grandes ranchos”, me dijo recientemente la experta en deforestación de la Amazonía, Dra. Dolors Armenteras. Como resultado, alrededor del 1% de los propietarios de tierras en Colombia posee el 81% de las tierras “productivas”.

El proceso frecuentemente comienza con el acaparamiento de tierras y los incendios, que presagian la conversión de tierras a gran escala a lo largo de nuevas y crecientes fronteras de deforestación. La tenencia insegura de la tierra y el cumplimiento negligente del estado incluso permiten que este proceso ocurra dentro de parques nacionales protegidos y territorios indígenas.

“El resultado es la transformación de bosques nominalmente públicos en tierras privadas sin bosques”, escribieron Armenteras y coautores el año pasado en Nature.

Las tasas de deforestación se han disparado en Caquetá desde los acuerdos de paz de Colombia en 2016, incluso en reservas indígenas designadas y parques nacionales protegidos. Como resultado, Caquetá es ahora la frontera de deforestación más activa de la Amazonía Colombiana.

Y también una de sus últimas líneas de defensa.

El Pueblo Koreguaje y el Río Orteguaza

El área a lo largo del río Orteguaza es el hogar actual de el pueblo Koreguaje, un grupo étnico orgulloso y profundamente amenazado cuyos territorios ancestrales se extendieron hasta Florencia.

Los Koreguaje se ven a sí mismos no solo como protectores del bosque, sino como parte de él. Se refieren a sí mismos y su todavía hablada lengua como “Korébajü”, que se interpreta a través de su cosmovisión como “gente de la tierra.”


Es un claro testimonio de su capacidad de resistencia, al ser capaces de preservar su lengua por tanto tiempo, ya que las lenguas indígenas están en grave peligro de extinción en muchas partes de Colombia y América del Sur.

A pesar de esta larga historia y éxito en la preservación de su cultura, hoy menos de 2,000 Koreguaje perduran en sus territorios después de una dolorosa historia de esclavitud forzada, cristianización, acaparamiento de tierras y desplazamiento que data del siglo XVIII.

Poblaciones más pequeñas de Koreguaje viven en los barrios marginales de Florencia y Bogotá, a donde huyeron después de que el tráfico de cocaína provocó la deforestación, la fumigación aérea de glifosato, asesinatos y desplazamientos forzados a sus tierras de origen a principios de la década de 1990, todo en el contexto de la prolongada guerra civil de Colombia. Esta violenta “época de la coca” duró hasta mediados de la década del 2000. Muchos de los miembros de esta diáspora han solicitado sin éxito recuperar tierras perdidas.

He trabajado con los Koreguaje durante casi cuatro años, con proyectos que van desde la calidad del agua hasta la seguridad alimentaria, energía y fuentes de ingresos alternativos y preservación de los conocimientos tradicionales. Su situación necesita urgentemente más atención, no solo por su bien, sino para proteger una sección ecológicamente vital de la Amazonía Colombiana.

Lo que queda del territorio Koreguaje ahora, representa uno de los únicos bosques intactos a lo largo del río degradado Orteguaza, aunque su capacidad para seguir viviendo de la tierra y el río se ha visto seriamente comprometida.

Los Koreguaje han sobrevivido tradicionalmente de la pesca, una forma rotativa de agricultura de subsistencia corta y quema común a las tribus Amazónicas conocida como “chagras”, y de la caza ocasional. Los bosques de palmeras estacionalmente inundados, conocidos como “cananguchales” a lo largo del Orteguaza y el menos voluminoso río Peneya, son vitales para la salud y cultura tradicional de los Koreguaje.

Aunque estos cuerpos de agua y los muchos peces que engendran dentro de ellos, están desapareciendo. Los peces en toda la región también están contaminados con mercurio por la minería ilegal de oro, y la reducción de los territorios ancestrales después del conflicto y la deforestación han disminuido, en gran medida, el sustento que obtienen de las chagras y la caza.

Mujer Koreguaje preparando pescado dentro de un bosque inundado. Foto de DH Rasolt.

No solo los Koreguaje están en riesgo por la destrucción de sus ecosistemas circundantes, sino también el Piamonte Andino-Amazónico. De acuerdo con el geógrafo Juan González, que trabajó durante años a lo largo del Orteguaza y que estudia el flujo de sedimentos y la erosión del suelo, el río “sirve como una confluencia de diferentes tipos de agua que son críticos para la integridad de las comunidades y los ecosistemas de decenas a miles de kilómetros de río abajo.”

Guardianes Abandonados

A pesar de todo esto, los Koreguaje y la comunidad vecina de Muina-Murui (“Huitoto”) que viven a lo largo del río Caquetá, han permanecido como “guardianes del bosque” en esta parte importante y amenazada del noroeste de la Amazonía.

Tuve una conversación con uno de los líderes de los Koreguaje llamado Oliver Gasca mientras lo visitaba en su resguardo el año pasado.

“Conocemos nuestro territorio”, me dijo enfáticamente. “Sabemos cómo vivir aquí, qué animales comer, cómo criar una familia y respetamos nuestra tierra y la Madre Tierra. Mire a su alrededor de esta región; Tiene solo pastos y tierra moribunda. Ahora, observe nuestro territorio, somos los únicos con árboles, y seguimos perdiendo más tierras y personas.

A pesar de su éxito moderado con la protección de los bosques locales, los derechos de los Koreguaje y su cosmovisión holística continúan siendo ignorados.

Como contó Gasca: “La gente blanca viene y nos dicen lo que debemos hacer: debemos dejar de cazar porque los animales están desapareciendo. Necesitamos dejar de pescar porque los peces están contaminados con mercurio por la minería de oro. Necesitamos dejar de trabajar en nuestras chagras, debemos dejar de tener muchos hijos porque no hay suficiente comida y territorio para ellos y debemos dejar de usar nuestras plantas tradicionales cuando estamos enfermos … 

“Todo esto solía ser nuestro hogar, estábamos fuertes y el bosque también. ¿Y, ahora la gente viene aquí y nos dice qué debemos hacer después de que causaron todos estos problemas con sus cosmovisiones occidentales? Necesitan escuchar. Nos extinguiremos, y también lo hará el bosque sin nosotros ”.

Si bien los sentimientos de Gasca, que hacen eco a los de muchos líderes indígenas, son completamente justificables, esa perspectiva categórica de “nosotros contra ellos” tiene el potencial de cambiar. Hay personas que escuchan, herramientas, iniciativas y movimientos globales que están ganando impulso que reconocen la importancia de los derechos indígenas y las visiones sobre el mundo distintas.

Es importante destacar que Colombia también tiene una estructura legal que apoya fuertes derechos ambientales e indígenas; a la vida, la salud, la educación, la autonomía y el territorio, aunque en la práctica, estos derechos son constantemente ignorados y/o violados. De hecho, entre aquellos que intentan mejorar la situación del país, tienen como broma ésta frase: “un país sin ley con las mejores leyes del mundo”.

Pero el marco legal para proteger y preservar la cultura y el territorio Koreguaje, sigue vigente y es probable que se necesite la presión y el apoyo internacional para garantizar su eficacia y responsabilidad.

Movimientos y Acuerdos Globales

“Guardianes del bosque” como paradigma, reconoce a las comunidades indígenas como administradores de la inmensa biodiversidad y los “servicios ecosistémicos” de los bosques tropicales, y es fácil ver el por qué.

A nivel mundial, las comunidades indígenas manejan al menos 300 mil millones de toneladas métricas de carbono dentro de sus territorios boscosos, por encima y por debajo del suelo. Los territorios indígenas también contienen aproximadamente el 80% de la biodiversidad del mundo. La evidencia de todo el mundo ha demostrado que las comunidades indígenas con derechos seguros y tenencia de sus tierras colectivas, tienen tasas extremadamente bajas de deforestación y degradación de la tierra. Las políticas para asegurar aún más los derechos indígenas a la tierra y ampliar sus territorios también se están reconociendo como uno de los medios más rentables para frenar la deforestación y mitigar el cambio climático global, y recientemente fueron reconocidas como tales en un informe especial de 2019 del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático.

Una frontera de deforestación activa en Caqueta, Colombia. Territorio boscoso de Koreguaje al fondo. Foto de DH Rasolt.

También, un movimiento de “Derechos de la Naturaleza“, firmemente basado en cosmovisiones indígenas holísticas como la del Koreguaje, ha estado ganando fuerza en todo el mundo, especialmente en Colombia. Pero el impacto real de cualquier cambio del antropocentrismo aún está por verse.

Amplios marcos legales, como la constitución colombiana y los acuerdos y declaraciones internacionales de derechos ambientales, humanos e indígenas, son un componente importante para proteger a los pueblos indígenas vulnerables como el pueblo Koreguaje, especialmente si los gobiernos son responsables. Desafortunadamente, estos acuerdos a menudo descuidan las distintas cosmovisiones indígenas y las circunstancias únicas que las comunidades enfrentan a diario.

El reciente “Pacto de Leticia”, desarrollado en respuesta al alboroto internacional por el aumento de las tasas de deforestación, es un claro ejemplo de un acuerdo regional general, entre siete países amazónicos, dirigido a la gestión forestal coordinada. Pero la mayoría de los líderes de Koreguaje con los que hablé el año pasado desconocían los detalles del pacto, y cuando supieron más, se mostraron escépticos sobre su implementación y se molestaron porque las comunidades indígenas no habían sido consultadas o incluidas adecuadamente. También sentían que el pacto no respetaba su autonomía

Estas son disputas comunes de los pueblos indígenas, cuyos derechos y cosmovisiones son constantemente marginados mientras el “mundo occidental” se dedica a sus asuntos insostenibles.

Investigación y Proyectos Basados ​​en la Comunidad

Una colaboración más abierta entre investigadores y líderes indígenas podría ser poderosa.

Los científicos, en particular, tienen mucho que ganar al comprender los “modelos más sostenibles” que subyacen a las prácticas tradicionales y al conocimiento de los pueblos indígenas. Por el contrario, la introducción de herramientas científicas que respalden las necesidades determinadas de forma autónoma de las comunidades podría ayudar a proteger sus tradiciones, conocimientos y capacidad para monitorear, adaptarse y defenderse de las amenazas. Yo, y otros investigadores, hemos ganado una gran cantidad de conocimiento y perspectiva al trabajar con los Koreguaje, mientras los ayudamos a implementar técnicas y proyectos para aumentar la resiliencia y preservar las tradiciones.

Sin embargo, para los líderes Koreguaje, cualquier proyecto es relativamente superficial cuando no fortalece la conexión entre la juventud del Koreguaje cada vez más desconectada y las tradiciones moribundas de la cultura.

Como el líder desplazado y elocuente Koreguaje, Juven Piranga, me dijo: “Sin las raíces, el árbol no crecerá”.

Piranga expresó su temor de que las muertes inminentes de los pocos ancianos sabios restantes también pudieran significar la muerte de la cultura Koreguaje.

Apoyar el esfuerzo para documentar y difundir sobre su situación única, el conocimiento, el idioma y las tradiciones de los Koreguaje y de las otras culturas que están en peligro crítico, debe ser de alta prioridad para los investigadores y los ciudadanos por igual.

Posibles Alternativas Económicas

Las etnias indígenas en toda Colombia están siendo bombardeadas con propaganda sobre los beneficios económicos de abrir sus territorios a visitantes extranjeros, y los Koreguaje no son una excepción.

La industria turística de Colombia está en auge, pero desafortunadamente el mensaje que se impone a los líderes indígenas es miope y engañoso. El turismo de masas, el “ecoturismo” y los sectores más especializados del “etnoturismo” y el “turismo de ayahuasca” (ayahuasca o “yagé”, es una bebida alucinógena sagrada tradicional para el Koreguaje), todos presentan altos niveles de riesgo cultural para los Koreguaje y otros pueblos Amazónicos tradicionales.

Se necesitan soluciones económicas más integradas y circulares que respeten y refuercen las tradiciones, la autonomía, el orgullo y los ecosistemas para que las fuentes alternativas de ingresos sean parte de la respuesta para el Koreguaje. Estos enfoques aún deben implementarse con precaución con aquellos que buscan comerciar con las comunidades Koreguaje, para evitar una dependencia de los mercados externos que pueda conducir al abandono de otras prácticas tradicionales.

La preservación y comercialización de “artesanías” tradicionales de origen directo de comunidades indígenas, especialmente aquellas hechas de fibras y pigmentos naturales, es prometedora. Las ganancias pueden invertirse en programas basados ​​en la comunidad que conservan y fortalecen las tradiciones y que regeneran los ecosistemas donde florecen las fibras y pigmentos naturales. Las mujeres Koreguaje hacen artesanías de profundo significado cultural a partir de la fibra de la palma cumare, con pigmentos naturales de innumerables plantas endémicas diferentes.

“La maldición sagrada” – Vannessa Circe – Óleo sobre lienzo – 20 “x 28”

Otras opciones de ingresos alternativos integradas para los Koreguaje, suponiendo que se mantengan sus ecosistemas restantes, podrían incluir productos forestales no maderables de alto valor que incorporan una colaboración intercultural entre los modernos modelos agroecológicos y prácticas agrícolas tradicionales. Sus vecinos, los Muina-Murui, ya están incorporando estos modelos.

Desde el lado del consumidor, el apoyo a los sistemas socioeconómicos integrados y circulares tiene el potencial de tener impactos positivos dentro de las comunidades vulnerables como el pueblo Koreguaje.

Soluciones a través del Pensamiento de Sistemas

El riesgo inminente y la posible desaparición de los Koreguaje y sus ecosistemas circundantes ya no deben verse como una circunstancia aislada. Ésta es causada por problemas sistémicos y tiene consecuencias acumulativas. Como comunidad internacional, debemos pensar más en los sistemas, como lo hacen los Koreguaje, si queremos apreciar plenamente la importancia de su cultura y territorio.

La devastadora pérdida de la tribu Koreguaje significaria la pérdida de innumerables generaciones de conocimientos, tradiciones y prácticas acumuladas desarrolladas de manera sostenible dentro de sus tierras ancestrales. Esta pérdida se sentirá en toda la región. La degradación del río Orteguaza continuará teniendo impactos a escala de cuenca en los ecosistemas río abajo cada vez más amenazados de la Amazonía. 

La deforestación a gran escala en Caquetá amenaza la pérdida irreversible de la biodiversidad, al tiempo que contribuye a la marcha del Amazonas hacia el punto de inflexión para convertirse en una fuente de carbono. Los Koreguaje han demostrado su capacidad para proteger los bosques de sus territorios, y ni ellos ni el planeta vivo interconectado pueden permitirse perder más.

Imagen del banner: Líder Koreguaje realizando un ritual. Foto de DH Rasolt.