En Colombia, activistas y científicos están impulsando la resistencia a las mega-represas al mostrar los impactos acumulativos de estos proyectos destructivos.

DANIEL HENRYK RASOLT

Esta historia fue publicada originalmente en inglés por Earth Island Journal.


Miller Dussán es una de esas pocas personas que pueden atravesar tan cómodamente los pueblos tradicionales de pescadores y campesinos, como los pasillos de las instituciones de investigación y formulación de políticas. En Colombia, un país dinámico y rico en agua, que depende en gran medida de la energía hidroeléctrica cada vez más controvertida, Dussán juega un papel vital en estos dos espacios.

En partes del campo, las comunidades locales se han visto profundamente afectadas por el desarrollo incesante de mega-represas. Dussán y sus colegas han estado ocupados investigando los efectos directos e indirectos de estas represas, mientras lideran una resistencia al compromiso equivocado de Colombia con los proyectos de mega-represas

Como profesor de la Universidad Surcolombiana en su departamento natal de Huila, Colombia, Dussán ha centrado gran parte de su trabajo académico y tiempo personal en los daños socioecológicos expansivos causados ​​por la mega-represa recientemente construida; El Quimbo. Como parte de este esfuerzo, fundó Asoquimbo, una organización local que da una voz coherente de resistencia a los afectados por El Quimbo. Dussán también se desempeña como líder dentro del Movimiento Colombia Ríos Vivos, quienes han resistido otros proyectos de mega-represas en todo el país, como el notorio proyecto Hidroituango en el departamento de Antioquia e Hidrosogamoso en el departamento de Santander.

Desde su incepción en el 2008, El Quimbo se ha enfrentado a una pronunciada resistencia local (de hecho, una propuesta de una represa, en el mismo sitio ya había sido rechazada en 1997 por preocupaciones sociales y ambientales). Si bien la represa Betania, la cual inició operaciones en 1987 sin licencia ambiental y cuyo embalse se encuentra a solo 12 kilómetros río abajo de El Quimbo, ya hizo mucho daño ecológico directo al Alto Magdalena y sus especies de peces migratorios, la impunidad con la que El Quimbo fue construida y sigue siendo operada por la poderosa multinacional italo-colombiana ENEL-EMGESA, ha provocado indignación.

Cuando se construyó El Quimbo, su embalse inundó 80 kilómetros cuadrados de bosques y tierras agrícolas fértiles, desplazó a unas 450 familias y mató los medios de vida de los pescadores río abajo. Foto de D.H. Rasolt.

El Quimbo, de 151 metros de altura y 400 megavatios, también “sirve como parte de la base de un modelo agroindustrial y extractivista nacional, proporcionando energía a las disruptivas operaciones petroleras y mineras locales y aguas abajo, que pronto incluirán el fracking”, dice Dussán. “Todo está conectado”.

Cuando se construyó El Quimbo, su embalse inundó 80 kilómetros cuadrados de bosques y tierras agrícolas fértiles, desplazó a unas 450 familias y mató los medios de vida de los pescadores río abajo. Las perturbaciones ecológicas continuaron acumulándose después de que se completó la represa. La investigación ha demostrado que El Quimbo ha alterado aún más el flujo de sedimentos y nutrientes, los niveles de agua, la migración de peces, los niveles de temperatura y oxígeno y la calidad general del agua río abajo y dentro de su embalse invadido por tilapia.

“ANLA [Autoridad Nacional de Licencias Ambientales] y ENEL-EMGESA siguen sin rendir cuentas por el daño extensivo que han causado”, dice Dussán, quien escribió un libro titulado El Quimbo: extractivismo, despojo, ecocidio y resistencia. “En Asoquimbo seguimos luchando por la reparación de los miles de agricultores y pescadores afectados en Huila, Colombia”. 

La lucha en curso contra las violaciones manifiestas de los derechos de las comunidades locales y el desprecio por las evaluaciones de impacto social y ambiental, ha ayudado a aumentar la conciencia pública sobre el tema de las mega-represas. También ha establecido ciertos protocolos legales y precedentes de consultas previas y reparaciones a las comunidades impactadas, y ha generado resistencias a otros megaproyectos propuestos en todo el país. “Uno de nuestros mayores logros en la resistencia a El Quimbo es la concienciación sobre el daño de los megaproyectos y el modelo extractivista que está destrozando nuestro país”, dice Dussán.

Otra mega-represa destructiva, Hidrosogamoso, es un gigante de 190 metros de altura y 820 megavatios a lo largo del río Sogamoso que comenzó a operar en el año 2014. El río Sogamoso tiene su nacimiento en la confluencia de los ríos Suárez y Chicamocha, y también es alimentado por el río Chucurí, aunque el enorme embalse de 70 kilómetros cuadrados de Hidrosogamoso ha alterado gravemente esta confluencia dinámica. Todos estos son ríos densamente sedimentados que se originan en las tierras altas de los Andes.

En respuesta a la represa, Dussán ayudó a los líderes locales a unificarse y organizarse bajo el Movimiento Ríos Vivos, y ha ayudado a guiar y a consultar en su resistencia desde entonces.

Hidrosogamoso es un gigante de 190 metros de altura y 820 megavatios a lo largo del río Sogamoso que comenzó a operar en 2014. Foto de D.H. Rasolt.

“El río Sogamoso es uno de los afluentes más ricos en sedimentos de la cuenca del río Magdalena [MRB] y su represa ha causado impactos tanto locales como a escala de cuenca”, explica Luz Fernanda Jiménez-Segura, bióloga de la Universidad de Antioquia enfocada en peces tropicales de agua dulce. “La captura de sedimentos afecta los hábitats fluviales y los humedales río abajo, mientras que los cambios en la calidad del agua, los regímenes de flujo alterados y la fragmentación, modifican las señales de reproducción [que están sincronizadas con los niveles de agua en el MRB] y las rutas de migración de varias especies de peces”.

Una especie de pez migratorio emblemático del MRB, el Prochilodus magdalenae, conocido como bocachico, recorre más de 1.200 kilómetros de ida y vuelta hasta las montañas andinas aguas arriba y de regreso, a las tranquilas aguas de las llanuras aluviales y pantanos aguas abajo, conocidas como “ciénagas”. El bocachico ha caído intensamente en número en todo el MRB debido a una variedad de factores agroindustriales interconectados, incluidas las represas, pero se ha vuelto particularmente escaso dentro del río Sogamoso desde que se construyó Hidrosogamoso.

“La ciénaga El Llanito, que es alimentada directamente por el río Sogamoso y tradicionalmente es un hábitat importante para el bocachico, ha visto su pulso vital estacional de inundaciones, drásticamente alterado por Hidrosogamoso, cambiando la dinámica de todo el ecosistema”, lamentó Silvia López-Casas, ecóloga de agua dulce enfocada en peces migratorios, y una colega de Jiménez-Segura. 

“Bocachico, bagre y muchos otros peces abundaban aquí hace sólo diez años antes de que comenzaran a construir ‘El Monstruo’”, dice un líder local del pueblo pesquero La Playa, río abajo de Hidrosogamoso, quien por temas de seguridad, no se identifica. “Teníamos buenas vidas y dietas saludables, y los turistas venían aquí para disfrutar y pescar. Ahora, como puedes ver, no tenemos nada. ISAGEN [el propietario Colombiano de la represa] nos prometió empleo, pero todo lo que obtuvimos fue un río vacío y amenazas violentas en contra de nuestras protestas”.

Como en gran parte de Colombia, los líderes sociales y ambientales que han denunciado las injusticias de El Quimbo e Hidrosogamoso, han sido amenazados, acosados y algunos hasta asesinados.

El bocachico migratorio se ha vuelto particularmente escaso dentro del río Sogamoso desde que se construyó Hidrosogamoso. Foto de Jorge García-Melo como parte de su proyecto CavFish.

Los impactos de El Quimbo (en conjunto con los de Betania) e Hidrosogamoso no solo los sienten las comunidades locales y los ecosistemas circundantes. La investigación a escala de cuenca, ha estado descubriendo los impactos a gran escala de estas y otras represas en todo el MRB, con un enfoque en la conectividad hidrológica, la variabilidad hidrológica y los procesos a gran escala, como la migración de peces y el transporte de sedimentos.

Héctor Angarita, científico ambiental y de sistemas hídricos que actualmente trabaja en el Stockholm Environment Institute y el autor principal de un influyente estudio a escala de cuenca de 2018, me explicó recientemente cómo estas represas pueden causar “impactos acumulativos no lineales”.

En el cauce principal del caudaloso río Magdalena, “Los impactos acumulativos de Betania y El Quimbo, por ejemplo en los regímenes de flujo del río Magdalena, se pueden sentir cientos de kilómetros río abajo, lo que altera la funcionalidad del hábitat acuático de las especies de peces migratorios”, dice Angarita. “Hidrosogamoso también cambia sustancialmente los patrones naturales del agua en el río Sogamoso, incluso liberando grandes cantidades de agua en las estaciones en las que no debería haber agua. Esto impacta los hábitats biodiversos de la llanura aluvial del Magdalena Medio [como la ciénaga El Llanito] que dependen de la conectividad y la variabilidad hidrológica estacional ”.

Se han observado tendencias similares para el atrapamiento acumulativo de sedimentos en los embalses. “Aguas abajo de Betania, la pérdida de sedimentos es de alrededor del 80 por ciento debido a la acumulación de sedimentos atrapados en Betania y El Quimbo”, dice Angarita.

En Colombia no ha habido una consideración centralizada de los impactos acumulativos y a escala de cuenca. Las evaluaciones de impacto, cuando se realizan, históricamente se han concentrado sólo en los impactos locales y directos. Gracias a las contribuciones de Angarita y sus colegas, eso ha cambiado. “Lo que creamos fue un marco que permitió incluir criterios para los impactos a nivel de la cuenca, especialmente los impactos acumulativos no lineales”, dice Angarita.

Los marcos a escala de cuenca ahora se han integrado en los modelos de licencias ambientales, con la intención de informar mejor la planificación regional. En los últimos años, ciertos proyectos propuestos e incluso algunas licencias que probablemente hubieran recibido la aprobación hace solo 10 años, han sido denegadas debido a sus impactos proyectados a escala de cuenca.

Colombia todavía está siguiendo, en gran medida, un modelo extractivista ecológicamente dañino, y la energía hidroeléctrica probablemente seguirá siendo la principal fuente de energía para el país en el futuro previsible. Aunque los esfuerzos combinados no lineales de profesores-activistas como Dussán e investigadores de sistemas integrados como Angarita, están ayudando a cambiar el rumbo en contra de las mega-represas en Colombia, allanando el camino para una transición energética más justa y sostenible.


Imagen del BannerUn pescador impactado mira fijamente a la represa El Quimbo. Huila, Colombia. Foto de D.H. Rasolt.